En un tiempo donde todo exige exhibición, Nicolás Duarte elige callar para hacerse escuchar. La música peruana lo ha visto atravesar distintas tormentas, y en cada tránsito su voz se ha vuelto más consciente del silencio. Su carrera no se explica por géneros, sino por decisiones que afirman una ética: sostener la emoción sin convertirla en espectáculo.
Su nueva entrega, “Quemarme contigo”, lleva ese principio a su punto más delicado. La canción parece escrita desde una distancia mínima, casi respirando sobre el oído del oyente. Todo sucede en un clima suspendido, donde el fuego se vuelve metáfora de transformación. La imagen lunar que inspira el texto —una figura destinada a girar sin alcanzar su centro— sugiere una ternura que no se disuelve en la tragedia, sino que la acepta como parte del amor. Duarte canta sin dramatismo, dejando que la voz contenga lo que otros buscarían liberar.
La producción junto a su banda The Pets y el productor Juanjo Salazar respeta esa economía emocional. La instrumentación se mueve con lentitud, otorgando espacio a la fragilidad. Las guitarras parecen flotar en un aire que se espesa y la percusión avanza sin empujar. Esa mesura no implica quietud, es una forma de tensión contenida, un modo de sostener la intensidad desde el control. En tiempos donde la estridencia se confunde con autenticidad, este enfoque se siente como una postura política.
“Quemarme contigo” confirma la madurez de un músico que encontró fuerza en la renuncia. No busca convencer ni explicar, solo dejar que la canción respire a su propio ritmo. En esa renuncia habita su rebeldía: resistir al ruido desde la calma, entender que el fuego más duradero es el que se mantiene bajo control.
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