La rabia no siempre grita. A veces se dice bajito, con guitarra sucia, y se cuela por los huecos de una melodía que se niega a anestesiar lo que duele. "Humanidad", la nueva canción de Lobo Gris junto a SAK, se clava despacio, sin pretender conmover, pero lo hace. Habla del mundo que habitamos y de lo que hacemos —o dejamos de hacer— para que algo cambie. Lobo Gris no se escapa del contexto, mas bien lo enfrenta. Y lo hace desde una música que se permite pesar, durar, quedarse un rato más de lo cómodo.
La canción nació a partir de una pista que SAK bautizó, medio en broma, como “Pista Creep”. Ambos comparten ese apego generacional a Radiohead, y algo de ese aire se cuela en el tema: la tensión que no explota, los silencios densos, esa tristeza que no se vende como mercancía. Pero el tema no vive de referencias, se sostiene por sí mismo, con un fraseo que mezcla pop de melodía clara con capas instrumentales más crudas y complejas. Hay electrónica, hay ruido, hay pausa. Todo entra y sale con naturalidad.
El videoclip inicia en una playa solitaria, con dos soldados exhaustos. Uno de ellos, visiblemente herido, apenas puede moverse. El otro lo arrastra lentamente por la arena, cargando su peso y también el de los objetos que guarda en su morral: armas, herramientas, rastros de una estructura que ya no parece sostenerse. Mientras avanza, va soltando esos elementos, uno a uno, aligerando el cuerpo, pero también la carga simbólica. No hay diálogos explícitos, pero el gesto se amplifica en lo que no se dice. El soldado herido reflexiona en voz en off, y lo que plantea no es un relato de guerra, sino una pregunta abierta sobre la humanidad, el poder, y lo que queda cuando ya no se puede seguir combatiendo. El mar espera al fondo, sin imponerse. La escena se mantiene abierta, sin subrayados. Y esa contención la vuelve aún más potente.
Este lanzamiento abre la puerta a una etapa nueva para Lobo Gris. Hay un EP en camino, quizás un álbum completo, hecho junto a SAK. En paralelo, va componiendo un disco de valses en colaboración con Jonathan Mendoza y Numen. La mezcla no busca llamar la atención, simplemente ocurre. Su manera de trabajar, siempre con otros, da pistas de cómo entiende la música: como una conversación larga, donde se escucha tanto como se dice.
Tal vez lo más honesto de Humanidad está en lo que deja sin cerrar. No hay moraleja, ni final redondo. Hay preguntas que se quedan flotando. Y entre tanto ruido que ordena, etiqueta y grita certezas, eso es, curiosamente, lo que más se agradece.
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